¡Cuán bueno y cuán agradable es que los hermanos convivan en armonía!
Los hijos son una herencia del Señor, los frutos del vientre son una recompensa.
Pero el amor del Señor es eterno y siempre está con los que le temen; su justicia está con los hijos de sus hijos, con los que cumplen su pacto y se acuerdan de sus preceptos para ponerlos por obra.
Si el Señor no edifica la casa, en vano se esfuerzan los albañiles. Si el Señor no cuida la ciudad, en vano hacen guardia los vigilantes.
En vano madrugan ustedes, y se acuestan muy tarde, para comer un pan de fatigas, porque Dios concede el sueño a sus amados.
Los hijos son una herencia del Señor, los frutos del vientre son una recompensa.
Dichosos todos los que temen al Señor, los que van por sus caminos.
Lo que ganes con tus manos, eso comerás; gozarás de dicha y prosperidad.
En el seno de tu hogar, tu esposa será como vid llena de uvas; alrededor de tu mesa, tus hijos serán como vástagos de olivo.
Tales son las bendiciones de los que temen al Señor.
Como flechas en las manos del guerrero son los hijos de la juventud.
Dichosos los que llenan su aljaba con esta clase de flechas. No serán avergonzados por sus enemigos cuando litiguen con ellos en los tribunales.
Y Dios creó al ser humano a su imagen, lo creó a imagen de Dios. Hombre y mujer los creó, y los bendijo con estas palabras: Sean fructíferos y multiplíquense, llenen la tierra y sométanla, dominen a los peces del mar y a las aves del cielo, y a todos los reptiles que se arrastran por el suelo.
Por eso el hombre deja a su padre y a su madre, y se une a su mujer, y los dos se funden en un solo ser.
Grábate en el corazón estas palabras que hoy te mando. 7 Incúlcaselas continuamente a tus hijos. Háblales de ellas cuando estés en tu casa y cuando vayas por el camino, cuando te acuestes y cuando te levantes.
Tributen al Señor, familias de los pueblos, tributen al Señor la gloria y el poder, tributen al Señor la gloria que corresponde a su nombre, preséntense ante él con ofrendas, adoren al Señor en su hermoso santuario.
Instruye al niño en el camino correcto, y aun en su vejez no lo abandonará.
Hijo mío, obedece el mandamiento de tu padre y no abandones la enseñanza de tu madre.