Yo me acuesto, me duermo y vuelvo a despertar, porque el Señor me sostiene.
¡Aleluya! ¡Alabado sea el Señor! Alaba, alma mía, al Señor. Alabaré al Señor toda mi vida; mientras haya aliento en mí, cantaré salmos a mi Dios.
Pero tú me sacaste del vientre materno; me hiciste reposar confiado en el regazo de mi madre.
En paz me acuesto y me duermo, porque solo tú, Señor, me haces vivir confiado.
A ti clamaron, y tú los salvaste; se apoyaron en ti, y no los defraudaste.
Yo lo libraré, porque él se acoge a mí; lo protegeré, porque reconoce mi nombre. Él me invocará, y yo le responderé; estaré con él en momentos de angustia; lo libraré y lo llenaré de honores. Lo colmaré con muchos años de vida y le haré gozar de mi salvación».
Pero que se alegren todos los que en ti buscan refugio; ¡que canten siempre jubilosos! Extiéndeles tu protección, y que en ti se regocijen todos los que aman tu nombre.
Estos confían en sus carros de guerra, aquellos confían en sus corceles, pero nosotros confiamos en el nombre del Señor nuestro Dios.
En ti confían los que conocen tu nombre, porque tú, Señor, jamás abandonas a los que te buscan.
El Señor afirma los pasos del hombre cuando le agrada su modo de vivir; podrá tropezar, pero no caerá, porque el Señor lo sostiene de la mano.
Dichoso el que piensa en el débil; el Señor lo librará en el día de la desgracia. El Señor lo protegerá y lo mantendrá con vida; lo hará dichoso en la tierra y no lo entregará al capricho de sus adversarios.
El Señor es mi roca, mi amparo, mi libertador; es mi Dios, el peñasco en que me refugio. Es mi escudo, el poder que me salva,¡mi más alto escondite!
Pero yo confío en tu gran amor; mi corazón se alegra en tu salvación.
Cuídame, oh Dios, porque en ti busco refugio.
El justo será siempre recordado; ciertamente nunca fracasará. No temerá recibir malas noticias; su corazón estará firme, confiado en el Señor. Su corazón estará seguro, no tendrá temor, y al final verá derrotados a sus adversarios.
Dice el Señor: «Voy ahora a levantarme, y pondré a salvo a los oprimidos, pues al pobre se le oprime, y el necesitado se queja».
Encomienda al Señor tu camino; confía en él, y él actuará.
Dichoso el que pone su confianza en el Señor y no recurre a los idólatras ni a los que adoran dioses falsos.
Es mejor refugiarse en el Señor que confiar en el hombre.
Él es mi Dios amoroso, mi amparo, mi más alto escondite, mi libertador, mi escudo, en quien me refugio. Él es quien pone los pueblos a mis pies.